El dolor de la derrota motivada en gran parte por los desaciertos
del árbitro no fue óbice para señalar la grandeza y reconocer en el vestuario unidos
en un aplauso jugadores, cuerpo técnico
y directivos el esfuerzo dado por todos en el objetivo de llegar a la final.
El paso obligado para salir del estadio de Lamadrid es un
largo pasillo pegado a la confitería. Desde el interior de la misma se
escuchaba el fuerte griterío y el sonar de los bombos de los hinchas locales. Sin
embargo, se escuchan insultos hacia el club Liniers y al pasar sus jugadores y
el técnico César Aguirre salen barras bravas a intentar agredirlos. Forcejeos,
trompadas y golpes que vuelan y la intervención de los directivos celestes para
separar. Ningún efectivo policial a la vista cubriendo la salida de la
delegación. Habiendo sorteado la confitería, camino a la salida aparecen más
hinchas, ahora desde el buffet lindero. Nuevas agresiones y esta vez desde adentro vuela un
sillazo que da de lleno en la cabeza del periodista Pablo Limeres (La Red) que
debió ser trasladado inmediatamente a un hospital para su atención. Y por si
fuera poco, intempestivamente, aparecen
fuerzas de infantería reprimiendo indiscriminadamente a palazos y sin ninguna
contemplación a la gente de Liniers. Allí sufrió fuerte golpiza el presidente
de Liniers, Marcelo Gómez, y el jugador Gastón Malnero que recibió un duro
impacto en la espalda. Todo en un marco inentendible, en el que quienes
agredieron seguían con su festejo y los agredidos subían al micro para emprender el regreso fuertemente
castigados.
Lamentable final de la jornada en un estadio que
demuestra no ofrecer las garantías necesarias para disputar partidos de
envergadura. Ya hay antecedentes similares.
La reflexión es obvia: ¿qué hubiese pasado si Lamadrid perdía?, ¿cuántas
víctimas hubiésemos tenido que lamentar?
Víctor Marinelli
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