Todo se encaminaba hacia el final con el primer triunfo de Liniers. Antonio Amato daba cuatro minutos de descuento. Corría el último y Vinaccia ensayó desde derecha un nuevo centro sobre el área. Cuando Espínola se aprestaba a despejar apareció Presentado empujándolo claramente provocando que el defensor celeste trastabillara y enviara la pelota con su mano dentro del arco. No había otra alternativa para el árbitro que anular el tanto y sancionar la infracción en favor de Liniers. Nada de eso ocurrió. Muy por el contrario, convalidó el tanto viciado de nulidad. Las protestas de los jugadores celestes y del cuerpo técnico fueron lógicas. El árbitro estaba cerca de la jugada, era imposible no ver la infracción. El primer línea Nahuel Santanocito se desentendió del tema, cuando desde su privilegiada posición debió también ver el ilícito. Eduardo Mendoza fue expulsado desde el banco por exagerar su protesta, otro tanto ocurrió con el técnico César Aguirre. La policía actuó con premura, aunque se olvidó de la veintena de dirigentes y allegados celestes que quedaron totalmente desprotegidos. Los socios de Cambaceres completaron la escena con agresiones verbales y escupitajos hacia el entrenador. Luego de 7 minutos, y amonestar también a Romero, Sanabria y Ortíz López, Amato reanudó el juego otorgando ridículamente un minuto más, como si con ello salvase sus culpas.
Hay que partir de la base que un jugador por sus propios medios no va a zambullirse de cara a su propio arco y menos aún tocar la pelota con la mano para introducirla dentro del mismo si es que no hay una fuerza ajena que lo impulse. La total falta de criterio del árbitro se vio también reflejada en la planilla oficial: dio a Sebastián Allende autor del gol en contra cuando en realidad el protagonista de la acción fue Espínola. Allende estaba en otro sector del campo. En vestuarios el árbitro manifestó que “dudé primero en cobrar penal”. Por allí se escuchó: “Y que el jugador agradezca que no lo rajó”. Insólito, el mundo del revés. Todo pinta de cuerpo entero las limitaciones técnicas de un árbitro que pudo haber ocasionado un desastre.
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