Inevitablemente debemos empezar por el final. Ese final amargo que nos dejó el partido cuando Talleres anotó el único tanto en tiempo de descuento. Porque Liniers había hecho méritos para no irse con las manos vacías de Remedios de Escalada. No porque haya sido un derroche de virtudes. Tampoco fue así. Pero había generado algunas acciones que provocaron la inquietud de los dueños de casa.
El presagio de buen espectáculo quedó derribado antes de comenzar el encuentro al observar el estado del campo de juego. Duro, bastante pesado, y con carencia de césped en varios sectores. Sin embargo, cuando los protagonistas iniciaron el encuentro se notó que las consecuencias del terreno no tuvieron la influencia nefasta que se presumía. Cuando se lo propusieron, jugaron la pelota a ras del piso. Pero esa saludable intención se desarrolló en un corto lapso. En general, dividieron la pelota de manera reiterada. Arriesgándola en la entrega. Tanto es así, que abundaron los pelotazos en gran parte del encuentro. Y también las infracciones. La interrupción de las jugadas fue una constante. Manotazos y discusiones por doquier. Y un árbitro que empezaba a fastidiarse con dichas situaciones.
La oportunidad más evidente del primer tiempo la tuvo el “Celeste”: Gustavo Cano, con un genial taco, habilitó a Ernesto Banegas, que efectuó un recio disparo de derecha haciendo lucir al arquero Alejandro Granero.
En los primeros instantes del complemento Talleres merodeó el área adversaria en un par de oportunidades. Primero Monllor alejó el peligro en un centro llovido de Maximiliano Rodríguez, y luego, Nicolás Pizarro, al entrar raudamente al área sin marca, se llevó el balón por delante y estuvo a punto de marcar. Pero, sin dudas, “La Topadora” suscitó maniobras más claras que su oponente. A los dieciséis minutos Granero, en gran estirada, envió al corner un elegante toque de zurda por parte de Ernesto Banegas. Y ya por los treinta, Nicolás Rizzo inició un contraataque abriendo juego hacia la derecha donde esperaba Hugo Palmerola. Allí, el veloz delantero de “La Topadora” ensayó la vertical hacia el área rival dejando en el camino a Alejandro Orfila; lanzó el centro a la altura del punto penal para la entrada de Juan Coassini que, aún molestado por un jugador adversario, alcanzó a cabecear y habilitar a Leandro Cogrossi, que falló en la definición ante el achique de Granero. El conjunto local empezaba a mirar el reloj de reojo. Se daba cuenta que tenía que quemar las naves, aunque esa decisión le generara inconvenientes en la retaguardia. Pero Liniers se quedó sin potencia ofensiva en los últimos minutos. En ese momento se la jugó el “Tallarín”. Parece mentira, pero en el tiempo adicionado al reglamentario, Talleres consiguió desbaratar el mecanismo defensivo de Liniers que hasta ese momento no había tenido fisuras. Primero intentó con un envío al área, que fue rechazado de cabeza por Diego Bordón; el rebote lo tomó Nicolás Pizarro y le dio recto a la pelota, que pasó cerca de uno de los postes. Dos minutos más tarde, el mismo Pizarro impactó de cabeza un tiro libre ejecutado por Marcos Giménez, que se fue rozando el palo derecho. Y, por último, cuando crecía la angustia de Talleres se vino la entrada de Pizarro –el jugador más influyente- que estableció el triunfo albirrojo.
Liniers se fue con las manos vacías. Creemos, más allá de los errores, que los hubo, aunque no tantos, que el equipo estuvo cerca de llevarse un punto. Quizás, hasta un triunfo. No acertó cuando había que acertar. Si lo hubiera hecho -hablamos de goles que se perdió anteriormente-, la historia pudo ser distinta. Por lo menos el final. Fue una lástima. Por el esfuerzo, por la intención. No es poco. Lástima el resultado.
Héctor Quatrida
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