Confirmando el nivel ascendente y con pasajes de buen
fútbol, Liniers derrotó a Ituzaingo por dos a cero en el inicio de la octava
fecha del certamen. Dejando atrás la controversial derrota ante Talleres, el
equipo dirigido por Norberto D’Angelo se mostró movedizo, práctico, sereno,
bien armado atrás y con claras intenciones ofensivas. Claro que también el
rival ayudó. Y usted, estimado lector, se preguntará por qué. O, en qué ayudó.
Es simple. Y definitivamente entendible para los que aprecian los conceptos del
fútbol. Para los que intentan hacer un análisis (más allá de la pasión que
sienten por su divisa) y no obnubilarse. Ituzaingo es de los equipos que no
especulan. Que no sale a la cancha a poner en práctica las viejas y conocidas artimañas
del fútbol. Que no recurre al foul sistemático ejercido como método. De hecho,
fue un partido bastante tranquilo para el árbitro, que casi no tuvo la necesidad
de apercibir a los jugadores (solamente hubo tres amonestados). Por ello
estamos en condiciones de afirmar que el “León” fue un adversario siempre fiel,
aún en circunstancias adversas. Pero fue evidente que también se ayudó Liniers
en los primeros movimientos. Hubo una notable presencia del medio campo. Todos
se mostraron, se movilizaron. Ninguno se quedó quieto, estático, tirando
pelotazos. Todo lo contrario. Se acompañaron para recibir una eventual
devolución. Javier Pérez fue el que recorrió la cancha tratando de encontrar la
punta del ovillo. Salió a cortar, lanzó, buscó. A los nueve minutos dejó a Hugo
Palmerola en una inmejorable posición para convertir, aunque el disparo salió
muy cerca de uno de los postes. El tándem Cuevas-Coassini funcionó a pleno por
la derecha y, por el medio, Oscar Romero no dejó pasar a nadie. La visita
intentó llegar con algunos pases filtrados aprovechando la velocidad de Matías
Vallejos, que se proyectó con criterio, pero pocas veces encontró asociación
con los delanteros. Rodrigo Aliendro, con un recio remate dentro del área,
contó con la oportunidad más clara para anotar. Sin embargo, la defensa del
“Celeste” dio una saludable sensación de seguridad. Y en este aspecto también
debemos incluir la seriedad que transmitió Mariano Monllor. Sobre los treinta y
ocho minutos, Juan Manuel Coassini le puso tiza al botín y sacó un soberbio
pase para Leandro Cogrossi que recibió dentro del área penal. Allí, el volante
ensayó una tijera y el esférico salió rozando un poste. Y otra vez el gol que
quedó ahí nomás. Pero ya vendría.
Muchas cosas para destacar. El equilibrio, la firmeza,
el apego para funcionar en equipo. Un equipo que no dejó dudas. Seguro de sí
mismo y demostrando que día a día hay una gran superación.
Sigamos así. Por la buena senda.
Héctor Quatrida
No hay comentarios:
Publicar un comentario