Quizás algunos se pregunten: ¿Por qué, si sólo son tres puntos? Igual que cualquier victoria. Ni más ni menos. Es cierto. Pero tiene un cuantioso valor en el factor anímico. El equipo hacía seis fechas que no conseguía ganar y había caído al último puesto de la tabla de posiciones. Y, se sabe, lo complejo que es entrenar y jugar con racha de resultados adversos. Una situación potencialmente estresante para los futbolistas.
Esta vez Liniers desarrolló dos importantes capacidades que van de la mano: atención y concentración. El “Celeste”, ahora orientado por Norberto D’Angelo, planteó el partido con sapiencia. Partiendo desde el orden, impidió la proyección invasiva que propone Berazategui habitualmente. Esa costumbre -sana, por cierto- que tiene el conjunto del sur del Gran Buenos Aires de salir desde el fondo sin lanzar pelotazos, utilizando todo el ancho del campo y tratando de generar peligro por las bandas. En gran parte fue mérito de Liniers que los locales no hayan generado demasiadas situaciones de riesgo. A lo largo de los noventa minutos de juego, pudimos contabilizar el cabezazo de Fernando Torres que pasó cerca de uno de los postes, tras una buena cesión de Gustavo Pastor, y un remate con mucha enjundia de Nahuel Pombo, que Mariano Monllor alejó el peligro enviando el balón al corner. El resto de las acciones encabezadas por los volantes de Berazategui fueron diluyéndose a medida que iban acercándose al borde del área penal. Como consecuencia de ello, en reiteradas oportunidades concluyeron con remates de media distancia. La mayoría de ellos dirigidos por el ex jugador de Liniers, Ernesto Banegas, con su estupenda pegada ya conocida.
En esos primeros cuarenta y cinco minutos, la “Topadora” también originó una acción de peligro mediante un poderoso disparo desde veinte metros aproximadamente por parte de Ariel Figueroa. El arquero local sólo hizo vista cuando el balón pasó cerca de un palo. El único grito de gol de la tarde llegó a poco de concluir la etapa inicial: de un tiro de esquina a favor del “Naranja” se produjo un rechazo y Ezequiel Argüello capturó el esférico en el campo de Liniers. Desde allí avanzó unos pocos pasos, y rápidamente, antes de cruzar la mitad de la cancha, acarició la pelota con la parte externa de su botín zurdo habilitando a Damián Villalba, que tras eliminar la marca de Mariano Quillutay con un precioso “caño”, encaró hacia el arco y definió magistralmente de zurda ante el achique del arquero César González.
El golazo de Villalba dio pie a la posibilidad de que Liniers se tranquilizara e hiciera venir a Berazategui a su juego. Pero convengamos que ni Liniers pudo serenarse totalmente ni Berazategui le permitió que se tomara un respiro para pensar. Por lo tanto, el segundo tiempo siguió siendo equilibrado. Fue bastante emotivo aunque no tan entretenido como el primero. El equipo local tuvo mayor tiempo la pelota pero no creó juego imaginativo en función de ella. Liniers lo siguió apretando en los lugares propicios para la generación de circuitos futbolísticos. Lo cercó tanto que le quitó espacios para maniobrar. Y le peleó el partido con una admirable voluntad. Quizás, sin jugar como uno quisiera ver, pero brindándose generosamente contra un rival que no se rindió jamás.
No queremos exagerar la nota porque somos conscientes de que el equipo todavía no se armó, ni tiene una formación definitiva. Pero planteando las cosas desde la confianza que otorga un triunfo de estas características, ante un admirable adversario que llegó invicto a esta contienda y además puntero (al menos hasta que jueguen sus inmediatos perseguidores), estos tres puntos obtenidos significan algo más que un triunfo.
Héctor Quatrida
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