HASTA CUANDO...???

Me entristece profundamente tener que hablar una vez más de hechos de violencia en un estadio de fútbol. Ahora, hasta en un partido programado a puertas cerradas. Sí, leyeron bien. A puertas cerradas. El encuentro tuvo como protagonista a Liniers. Su rival, Social Español. En el estadio España. Llegué unos minutos antes del comienzo del cotejo. Me sorprendí al ver cerrada la puerta principal del estadio. Allí, unos agentes policiales me comunicaron que este partido era “especial” y tenía que ingresar por el único acceso permitido. Por lo tanto, seguí caminando hasta encontrar la otra entrada. En esta ocasión, no sólo tuve que exhibir la credencial de prensa (lo cual me parece correcto, obviamente), sino que también tuve que presentar el DNI y mostrar las pertenencias que llevaba en mi mochila. La inspección me pareció exagerada. Pero mientras iba apurando el paso para arribar pronto a la platea antes de que el árbitro de por comenzado el encuentro, por un instante pensé en lo sucedido. Y me dije, está bien. Que revisen todo lo que tengan que revisar. Al fin, los policías están para cumplir su trabajo. Y más aún, cuando se les presenta una persona que usa el pelo largo, barba y hasta con una insignia rockera en su remera. Sí, suena irónico. Pero la historia no es nueva. Se sabe, siempre “señalaron con el dedo” a lo que gran parte de esta sociedad consideró “extraño” durante décadas. Pero esto es harina de otro costal. Realmente, lo vergonzoso fue haber encontrado en el lugar donde un periodista se dispone a trabajar, a ese puñado de afiliados a la insalubre causa de la violencia. Después de tan “estricto” control policial para ingresar al estadio. Los inadaptados no encontraron mejor forma para expresar su incomprensible rencor que la agresión. Primero con insultos para los jugadores del equipo que ellos dicen querer más que a su “vieja”. Como pasaba el tiempo y Español no conseguía ponerse en ventaja, comenzaron las amenazas para los jugadores de Liniers. Al mismo tiempo que inducían a “cantar sus canciones tribuneras” a las pocas personas que había en la platea. Inclusive a los periodistas que estábamos trabajando en esa zona. Obligando también al camarógrafo de Liniers a no filmar sus “proezas”. Una vez finalizado el partido, le arrojaron (afortunadamente sin puntería) algunas botellas a los jugadores visitantes que se retiraban hacia el vestuario. Como corolario, al retirarse de la cancha dañaron el micro que transportó a la delegación de Liniers. Nadie, ningún individuo normal, podría imaginar el sentido del ataque. Que sólo sirvió para desprestigiar a Español y, además al fútbol. Quizás hasta se autotitulen hinchas de Español. Sin embargo, no merecen serlo. Tampoco lo merece un club que en épocas pasadas intentó ocupar un lugar de prestigio en la historia del nuestro fútbol. De nuestro querido y bastardeado fútbol. Los hinchas, los auténticos, no salen de sus casas en dirección al estadio, armados y con el confeso propósito de buscar pendencia. Van a ver un espectáculo. Van a disfrutar del mismo. A veces no disfrutan. Sufren, gritan, lloran, vibran. Pero sólo eso.

Sería fantástico que alguna vez los lectores acaben leyendo este tipo de notas con un final feliz. O, al menos, con algo resuelto. Pero no. Una vez más se los voy a deber. Porque a la hora de señalar responsables, de buscar culpables, nos encontramos con lo mismo de siempre: la policía, encargada del orden y la seguridad, dirá que de los dirigentes o de los jueces blandos o de las leyes arcaicas o se aplican mal. Y los dirigentes responderán que la policía, que para eso está. La pelota se la tiran unos a otros. Y siempre vuelve. En tanto, los violentos disfrutan de la impunidad.

Hasta cuándo? Estamos cansados de la violencia, del autoritarismo, de la opresión, de que la razón de la fuerza trate de imponerse, y a veces se imponga, a la fuerza de la razón.

El próximo viernes, en horario vespertino, habrá una marcha a la AFA. El motivo?

“No más violencia en el fútbol”.

Dejé pasar veinticuatro horas para escribir con mayor tranquilidad de lo extra futbolístico. Hasta lo hice en primera persona. Pensé, “paré la pelota”, conté hasta diez, como para serenarme. Pero no hubo caso. Sigo indignado.

Héctor Quatrida