Uno ya se acostumbró a los vaivenes incomprensibles de este equipo. Puede pasar del lustre más preeminente a la chatura más inexpresiva. Cuesta reconocer, en los momentos de oscuridad creativa, a los mismos protagonistas capaces de exhibir un fútbol sin reservas mentales como en el partido versus Excursionistas o el protagonismo absoluto que mantuvo en la mayor parte del encuentro ante Defensores Unidos de Zárate al margen del injusto resultado final ya mencionado en su momento. Con los contratiempos, aparece la otra cara del Liniers ya conocido. Desconcentraciones peligrosas, imprecisión en los pases, inseguridad colectiva. Y esto no pasa por una cuestión de disposiciones tácticas. En este cotejo, Horacio Bidevich no le ganó a Luis González. Ciertamente, Sacachispas “madrugó” a Liniers en ese cuarto de hora inicial. No porque el elenco de Villa Soldati haya jugado magistralmente. A decir verdad, tampoco es, ni cosa que se le parezca, la “octava maravilla”. Pero supo aprovechar los desaciertos defensivos de Liniers y colocarse dos goles arriba en tan sólo quince minutos. El primero fue a los once a través de Eugenio Peralta Cabrera, tras un preciso centro colocado por Walter Bazán Silva desbordando por el sector derecho del ataque local. Y el segundo en el minuto quince, tras una mala salida desde el fondo del conjunto “Celeste” que fue aprovechada por Damián Ponce y definida con una exquisita “pincelada” por encima de la humanidad de Mariano Monllor. Así las cosas, Liniers se vio obligado en el amanecer del encuentro a remontar un resultado adverso. Y, se sabe, todo se hace cuesta arriba cuando- y desde hace rato- fallan las individualidades y colectivamente el equipo funciona a chispazos. Liniers no evidenció nada en ataque. Es que tuvo todavía menos claridad que su oponente. Marcó mucho, pero sin prolijidad. Y no le dio buen trato, ni tampoco destino, a la pelota. Se desentendió de ella. Sacachispas, en tanto, tuvo tres situaciones más para ampliar el marcador. Dos de ellas fueron dilapidadas por Peralta Cabrera y la restante fue enviada al tiro de esquina por Monllor, tras un intenso remate de su capitán Javier Vargas desde aproximadamente veinticinco metros. "La Topadora” sólo contó con una ocasión producida a los treinta y seis minutos a través de un recio derechazo de Hugo Palmerola dentro del área penal que Luciano Giordano logró despejar con sus puños (previamente Nicolás Horacio se la había bajado muy bien de cabeza).
En el segundo tiempo Liniers creció algo. Porque se adelantaron un poco los volantes (en especial Adrián Maldonado que ingresó de movida en la etapa final). Y ya no hubo tanta distancia entre ellos y los delanteros. Pero tampoco hubo elementos probatorios para una esperanzada levantada. Liniers no tuvo brillo, tampoco tuvo variantes y se aceleró demasiado. Ni siquiera el descuento de Nicolás Horacio a los veinte minutos (jugada que inició Alejandro Cuevas por el medio campo y que luego continuó Palmerola con un centro al área chica) produjo una dosis de optimismo. Fue algo así como “una gota de agua en un océano”. Al mismo tiempo que se seguía navegando en la intrascendencia. El rival, apenas si seguía empujando y corriendo. Liniers metió, chocó y aceptó el planteo de un adversario que achicó todo lo que pudo los espacios. Liniers aceptó ese planteo sin exponer el suyo y terminó enredándose. Silvio Fuentes y Raúl Ruiz ingresaron por Cuevas y Horacio. El “Celeste” continuó sin encontrar salidas- futbolísticas se entiende- desde la mitad hacia arriba. O, por lo menos, las buscó mal. Y para colmo regaló el tercer gol. Quedó mal parado en un contraataque efectuado por dos de los jugadores ingresados en la etapa complementaria. La inició Ricardo Coronel (que luego se iría expulsado por quitarse la camiseta estando amonestado luego de la finalización del encuentro) y la finalizó Roberto Sandrone que eludió a Monllor e ingresó con el balón dentro del arco. Transcurría el minuto treinta y ocho y quedaba flotando en el aire esa sensación de partido concluido. Y fue así finalmente. Quedó claro que los errores siguen sucediéndose al margen de los entrenadores que dirijan al plantel. Este no era, ni es, el Liniers esperado. Ni lejanamente. Seguramente, el director técnico tratará de probar. Y para hacerlo no hay mejor banco de pruebas que “jugar en serio”.
Héctor Quatrida
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