CARNAVAL DEL TERROR

Liniers sigue sin alcanzar la regularidad. Alterna triunfos esperanzadores frente rivales empinados, y por otros le da vida hasta al más alicaído con abultadas derrotas.

El equipo ante el primer traspié pierde totalmente el equilibrio, se enloquece. Se sabía que el limitado Talleres, sin sus goleadores, por izquierda podía producir a través de Jonathan Lezcano el desequilibrio. Pero Liniers no tomó los recaudos necesarios. Apenas iniciado el partido ya había tenido un alerta, y se intuía que Segovia hacía agua. ¿Aversa no debía haber bajado unos metros para colaborar por el sector?. Los dos primeros goles llegaron casi de jugadas calcadas por ese sector en el primer cuarto de hora. Allí ya se definió todo. Pero la novedad también llegó por el sector derecho, con Maidana que tampoco podía hacer pie. Como frutilla del postre, el tercer gol fue un regalo imperdonable, como también fue el cuarto, luego de tener un tiro libre a favor, termina el ingrato Gnocchi marcando. Y la torpeza de varios jugadores tallarines, especialmente Hernández, impidieron que las cifras fuesen más rutilantes. El primer tiro al arco de Liniers fue a los 40 minutos. Nunca se supo si el inexperto arquero Diego Córdoba había llevado las manos a Escalada. Los ingresos de Marcelo Araujo (debió estar desde el comienzo, aunque no estuviese al 100% en lugar de Ruíz, que navegaba en el medio) y Maldonado, con su zurda magistral,  hicieron tambalear por unos momentos al fondo local. Igualmente estaba la figura del paupérrimo árbitro Gastón Iglesias, como salvaguarda para cualquier sofocón tallarín. Pero Liniers, aún en los pocos momentos favorables que tuvo, siempre se movió con arrestos individuales. Palmerola fue el estandarte. Así es imposible. Romero como un bombero trató de cubrir los huecos de sus compañeros del medio hacia atrás. Se sintió la ausencia de Cuevas en el ida y vuelta, pero lo nadie reemplazó en esa función, porque Becerra va mejor por adentro. Así el esquema favorable del partido anterior cambia. También cabe preguntarse qué pasa con los marcadores de punta. Descartamos a Diego Acuña, que todavía no está para jugar, pero Sebastián Allende tuvo un surgimiento fugaz y nunca más fue tenido en cuenta, otro tanto pasa con Ariel Figueroa, que dejó de ser titular y ni en el banco aparece.

El análisis es siempre similar. Liniers pierde por sus propios horrores. Por momentos es un “matagigantes” por otros “un levanta muertos”. Desconcierta. Se parece a las películas de Luis Sandrini, te hace reir y llorar casi al mismo tiempo. Para carnaval es como una comparsa sin música. De no cambiar, habrá que olvidarse del Reducido y conformarse tan sólo con acumular puntos para el futuro.

Víctor Marinelli