Y sí señores... ganó Liniers. Al fin, después de tanto bregar consiguió un desenlace satisfactorio. No fue un gran partido de fútbol. Es cierto. Pero sí fue un buen resultado para el “Celeste”. Se diría que buscado, y además logrado, con métodos legítimos aunque sin preocuparse demasiado por el estilo, por la compostura futbolística. Si algunos esperaban otro tipo de partido, seguramente se habrán sentido defraudados. Aunque tampoco parecía lógico esperarlo. Dos equipos que, desde lo estrictamente numérico, tenían la necesidad de ganar. El local, Cambaceres, arrastraba una racha negativa en su estadio (cinco partidos sin conocer la victoria ni convertir goles) y además la tabla de los promedios que empezaba a inquietarlos. Por el lado de Liniers, quince encuentros oficiales sin triunfos (al margen de los tres puntos obtenidos en los escritorios ante Laferrere en el octogonal de la pasada temporada) y ocupando la penúltima posición en la tabla. En consecuencia, el panorama no “pintaba” demasiado alentador. Sin embargo, no fue, tampoco, uno de aquellos cotejos deplorables en los que abundan los golpes y el corte sistemático del juego. Simplemente se trató de un encuentro en el que afloró la resistencia física.
En el comienzo el “Rojo” intentó llevarse por delante a “La Topadora”. Al minuto de juego, Clementino González Martínez fue tomado en el área, pero el árbitro hizo caso omiso. Tres minutos más tarde los de Ensenada se aproximaron mediante un cabezazo de Héctor Jones que salió cerca de uno de los postes. Pero el dominio local acabó pronto. Enseguida, Liniers le quitó los espacios necesarios a Cambaceres. Recuperó rápido la pelota y avanzó. No fue un violín, pero sonó bastante bien. Por el sector derecho del ataque logró intranquilizar a la defensa local. Maximiliano Portillo y Hugo Palmerola fueron gravitantes. Precisamente, tras una acción en la que ambos fueron protagonistas llegó el único grito de gol de la tarde: entrando por derecha, Palmerola dejó en el camino a dos defensores y envió el balón al área para que Portillo decretase el uno a cero con un toque preciso. El gol esperado. Y además, en el minuto final del primer tiempo.
En la parte complementaria, Cambaceres fue el que tomó la iniciativa. Liniers se la cedió. A sabiendas de que un gol no es diferencia. No hubo peligro al comienzo. Pero sí después cuando el “Rojo” se tomó confianza. Especialmente en ese cuarto de hora final. Cuando, tras alguna imperfección defensiva, los de Ensenada contaron con tres situaciones claras de gol. Afortunadamente, el travesaño, una serie de rebotes fortuitos y Mariano Monllor aguantaron el resultado hasta el final.
El Liniers de los primeros cuarenta y cinco minutos no reprobó. Pasó el examen. Apenas con un aceptable. Pero pasó. Para empezar a creer. El del segundo tiempo utilizó una fórmula destinada a cuidar la victoria, pero mostrando poco de lo que sabe y tiene. Al menos, el resultado dio positivo.
Héctor Quatrida
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