Se quebró una racha (adversa, por cierto) en el Bajo Belgrano. Cuando solamente habían transcurrido doce minutos y Alejandro Cuevas infló la red tras un burdo error del guardametas local. Pero a pesar de sacar provecho desde muy temprano, Liniers no pudo cosechar los primeros tres puntos ni tampoco contentar con una aceptable actuación.
Es cierto que en los primero cuarenta y cinco minutos el “Celeste” se mostró mucho más calmo que el “Villero”. Estuvo bien armadito atrás, acortando distancias, intentando forzar el error del rival. Un rival que jugó muy acelerado, que chocó mucho, que estuvo ofensivamente apagado y careció de la dinámica necesaria. Y es precisamente por todo esto que deja un sabor amargo el empate final. Porque el conjunto dirigido por Carlos Amodeo adquirió a la perfección el “libreto” para ir a empatar a la cancha de Excursionistas. Pero se sorprendió a sí mismo cuando se encontró en ventaja, y dio la sensación de que jugó en función del resultado. Desde la mitad hacia arriba no encontró salidas -futbolísticas se entiende- o, por lo menos, las buscó mal. Y terminó enredándose. Y así sin más, se fue diluyendo la primera etapa. Sin emociones, ni sobresaltos. Con innumerables corridas y otras tantas colisiones.
Al comienzo de la segunda parte, Daniel Casais tuvo en su botín derecho la chance de aumentar el tanteador, pero el arquero Marcos Fasanella alcanzó a desviar el disparo. Sin embargo, el que creció en el epílogo final fue el equipo anfitrión. Porque se adelantaron un poco los volantes y ya no hubo tanta distancia entre ellos y los delanteros. Y con esa pizca de sintonía entre los atacantes consiguió equilibrar el marcador. A los 26, un envío desde el sector izquierdo por parte de Sebastián Soto posibilitó que Mariano Gerling de cabeza iguale el cotejo en uno. Impulsado por su público, Excursionistas intentó ir en busca del triunfo. Su entrenador, Gustavo Cisneros mandó al campo de juego al “eterno” Fabián Della Marchesina en lo que fue el último partido del “Polaco” con la camiseta del “Verde” y del fútbol profesional. A pesar del incuestionable talento del ídolo local, la salida de Jonathan Di Zeo, uno de los mejores jugadores del encuentro, disminuyó progresivamente la ofensiva local. Y, al mismo tiempo, el ingreso de Adrián Maldonado en Liniers fue útil para la tenencia del balón y hasta para poner en aprietos a la defensa local especialmente cerca del final del encuentro.
En el balance general, Liniers no fue más que Excursionistas. Pero tampoco menos. Aunque estéticamente dejó una sensación de desencanto. Porque no tuvo brillo, porque rara vez puso la pelota contra el piso, porque hubo pocos encuentros y no hubo ensamble. Claro, si jugando así, muy lejos de lo que este equipo, con algunas variantes en su formación, puede dar no ha sido superado por sus adversarios, no queda otra cosa que pensar que, cuando se ponga a punto, será inalcanzable para el resto.
De todos modos, tiene que ponerse a punto. Y en fútbol, ya se sabe, estas cosas urgen. Es que la impaciencia no extiende créditos a largo plazo. No debería ser así. Desde aquí, en otras oportunidades, hemos dicho que el fútbol no es un drama. No puede serlo. Sólo que lo convertimos en ello. Quizás falte mucho para encontrar el modelo. Pero no hay porque dejar de ser optimistas. Todo lo contrario.
Héctor Quatrida
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