No es nuestra intención tratar de justificar un resultado adverso. De ninguna manera. La contundente victoria de Defensores de Cambaceres por 3 a 0 nos invita a evitar todo comentario posible. Pero debemos (y además queremos) intentar hacer un análisis.
Para ello, comenzaremos cronológicamente: En el primer cuarto de hora el “Celeste” apuntó para la goleada. Recordemos: al minuto Silvio Fuentes avisó con un potente remate de zurda que se fue por arriba del travesaño. A los 7, la mejor jugada colectiva del partido: Fuentes la gestó en el mediocampo, desde allí se produjo la triangulación en la que participaron Brunetti, Banegas y finalizó con el cabezazo de Luis Stansiola en el área chica, que salvó magistralmente el arquero Arias Navarro. Tres minutos después asistimos a la primera jugada polémica (no fue la única) del encuentro: tiro de esquina a favor de "La Topadora”, jugada preparada para el remate de Fuentes que impacta en un defensor de la visita. El balón se elevó y en las alturas apareció el cabezazo goleador de Ángel López, anulado por el segundo asistente Miguel De Luca por una supuesta posición adelantada que nos dejó muchas dudas. Llegamos al minuto 15 con una nueva acción ofensiva de “La Topadora”: salida prolija desde el fondo, Nilo Vigna se mostró como receptor y llevando el balón con criterio lanzó un pase largo en forma de centro, que Juan Brunetti cabeceó a las manos del arquero. Pero un minuto después aparecieron los contratiempos. La otra cara del equipo. De un saque de meta, Maximiliano Benítez se filtró en la defensa (que estaba muy en “línea”) y anotó de cabeza por encima de Marcos Fernández. Desde nuestro lugar, no nos dio la sensación de que el capitán de Cambaceres estuviese adelantado, para el primer asistente Mariano Romo, evidentemente tampoco, aunque la acción fue protestada por varios jugadores de Liniers. La visita, en tanto, con la ventaja de un gol se animó a hacer circular la pelota. De todas maneras, obedecieron las directivas que provenían del banco de suplentes. Conscientes de su inferioridad fueron extremadamente cautelosos. Por ello el “Celeste” siguió siendo el más peligroso en ofensiva. Tanto es así, que a los 38 minutos los dirigidos por Melián nuevamente lograron enviar el esférico al fondo de la red. Pero una vez más, el segundo asistente invalidó la jugada tras el festejo en vano de Brunetti que había señalado un bonito gol de cabeza. En respuesta a ese acto, el “Rojo” de Ensenada llegó con un desborde de Benítez por el sector izquierdo del ataque, habilitó a Oleiro y éste ensayó una volea de zurda que se fue por encima del travesaño. Igualmente el “Celeste” fue por más en busca del empate y estuvo a punto de lograrlo sobre el final de la etapa inicial cuando Arias Navarro envió al corner un certero disparo de Stansiola. Nos fuimos al descanso con algunas dudas. También con certezas. El equipo por momentos evidenció seguridad en el toque, jugando en el campo adversario. A veces funcionó. Otras no. Pero estuvo sobre el arco de Cambaceres. Le faltó el último hilván para definir.
En el inicio del complemento, otra vez brotó la dubitación. Jorge Casanova avanzó en soledad por la punta izquierda, de pronto frenó y ensayó un remate que pegó en el travesaño. En el rebote, apareció Ricardo González por detrás de Ángel López para colocar el 2-0 parcial. Luego de esa conquista afloraron los desaciertos en el elenco local. Imprecisiones en los pases, inseguridad colectiva. Terminó chocando o tirando centros intrascendentes. Hizo circular el balón casi de memoria, pero sin profundidad. Entonces los rivales presumen que es negocio regalarle la pelota a Liniers. Y lo hacen. Ellos defienden con mucha gente agrupada en cortos espacios de terreno y especulan con el contraataque salvador. Pocos variaron esa premisa. Sin duda, este panorama está indicando que a Liniers, además de las cuestiones anímicas, le están faltando respuestas futbolísticas. A los 34 llegó el golpe de gracia para Liniers: contraataque de la visita en los pies de Casanova con la misión de impulsar un correcto centro a la cabeza de Nicolás Kissner, que superó la resistencia de Marcos Fernández. Para el cuerpo técnico visitante, el partido no estaba concluido. Por ello, desde el banco de suplentes partió la “misiva” de seguir jugando con el “cuchillo entre los dientes”, como si el encuentro iría 0 a 0. Y Liniers terminó “guerreando” con un rival que proponía la “guerra” como único método práctico para achicar las diferencias de calidades. Sí, paradójicamente el equipo que hasta hace algunas fechas luchaba por engrosar su promedio, se estaba llevando de Villegas la victoria más abultada que sufriera Liniers en la temporada. Sobre el final, Arias Navarro respondió eficientemente ante Maximiliano Valor en el área chica y luego tras un remate de Silvio Fuentes que tenía destino de red. En el descuento, el árbitro Cristian Benítez, de pésima labor, le mostró la segunda tarjeta amarilla a Brunetti y por consiguiente la expulsión. Ni el propio árbitro supo por qué la sacó. Quizás se la tenía “jurada” por alguna acción anterior en la que no se animó a expulsarlo. Acto seguido, la máxima autoridad y el delantero discutieron en la mitad del terreno por el motivo de la confusa expulsión. Al descontrol generalizado se sumaron muchos. Hubo palabras fuertes e intentos de agresión. Fueron las señales de la impotencia del desconcierto. Final del partido y fuertes reclamos también por parte del cuerpo técnico hacia el árbitro. Otras señales de desequilibrio. Fueron las últimas de un grupo de trabajadores que ya no estarán dirigiendo al equipo la próxima semana. Si usted quiere le echamos la culpa al técnico. Es lo más fácil. Que pague uno y no varios. Pero no sería justo. Esta vez no.
Los números indican que el título todavía no está perdido, aunque falten cada vez menos fechas. Pero también sabemos que sólo con palabras y buenos deseos no alcanza. Dependerá de los jugadores. De lo futbolístico y de lo anímico. A veces cuesta explicar lo inexplicable. Por eso es un caso de escopeta. O de diván, si prefiere.
domingo, 3 de abril de 2011
LAS DOS CARAS DEL EQUIPO
Un caso de escopeta. O de diván, si prefiere. Eso es este Liniers ciclotímico que puede pasar y pasa, sin escalas, de la exaltación al desánimo, de la serenidad al barullo, de la astucia a la torpeza.
Héctor Quatrida
Foto: Heva
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