Liniers a pesar de tomar la iniciativa en los primeros minutos, haciendo revolcar un par de veces al seguro Peranic por sendos remates de Fuentes, una pelota perdida en el medio y el equipo mal escalonado atrás derivó en la escapada de Salvatierra y en la infracción (tal vez innecesaria, porque la pelota se iba por la línea final) de Marcos Fernández dentro del área. De penal Toledo abrió el marcador.
A pesar de tener más el balón y hacerlo circular con criterio, La Topadora no tuvo el poder de fuego de otras tardes y dio ventajas por el flanco derecho, careció de variantes para desequilibrar, al verse cortados sus circuitos generadores. En la más clara, Gnocchi de tiro libre conmovió a Peranic, que apenas pudo desviar por encima del travesaño.
Con el transcurrir del partido fue cobrando trascendencia el paupérrimo arbitraje de Sebastián Bresba. Adoptando una postura soberbia frente a los jugadores, no tuvo criterio lógico para discernir la gravedad de las infracciones. Así fue penado con amarilla un simple pedido de explicaciones de Ernesto Banegas, y pasado por alto un terrible puñetazo al comienzo del partido de Dávila sobre Varela (salió del campo con sangre en la cara), que debió ser sancionado con penal y expulsión al ser dentro del área. La sensación de inseguridad que dejó el árbitro fue manifiesta, en un partido que aparecía sin complicaciones. Capítulo aparte merece la insólita expulsión sobre el final del primer tiempo de Figueroa, a instancias del primer línea Leandro Vieta, aparentemente por haberle manifestado “sos un desastre”, luego de sancionar con córner una pelota que era saque de arco. Después del partido, en vestuarios, el árbitro Bresba (fiel a su estilo autoritario) negó todo tipo de explicaciones acerca de las razones de su decisión.
La desorientación fue capitalizada por Urquiza, que en la jugada siguiente, aprovechó para marcar Randulfe de cabeza el segundo.
El panorama para Liniers en el complemento no era el mejor. Dos goles abajo y un hombre menos. Pero aquí tal vez se vio lo más noble del equipo, que con decisión y coraje no cesó en ir hacia adelante, a despecho de desprotegerse atrás. Tuvo muchos inconvenientes, y chocó con un Urquiza cerrado atrás, que prefirió especular con un resultado, en una actitud mezquina, a la que un gol en contra hubiese dejado al desnudo.
Indudablemente La Topadora no pudo superar ausencias notorias como Ledesma y Brunetti, entre otros, que estaban obligadamente en la tribuna. Tuvo en Palmerola al jugador más influyente en ofensiva, mientras que Stansiola y Gnocchi trataron de sintonizar la misma frecuencia. Todos debiendo sortear la aspereza en la marca que imponía el local, ante la mirada contemplativa de un árbitro que se complicaba solo.
Con todo, Liniers tuvo sus ocasiones para descontar. Primero Farrera, cerca del travesaño y en la jugada estelar del partido, Palmerola dejó a varios rivales por el camino y definió cerca de un palo cuando se aclamaba el gol. Las demás fueron aproximaciones. El local, plantado de contra, sólo alertó en un par de corridas, y Marcos Fernández respondió con acierto.
Urquiza es un equipo sólido, especialmente del medio hacia atrás. Bien parado, no regala nada, a veces juega al límite, y sabe aprovechar sus oportunidades. No luce demasiado a la vista, pero es efectivo. Pareciese hacer lo necesario para ganar, sin derrochar lucimiento. Pero a veces le puede costar caro.
Liniers demostró una vez más su mentalidad de equipo grande. Puede ganar o no. Un planteo eficaz del adversario, errores propios o imponderables como la actuación de un árbitro, pueden dejarlo con las manos vacías. Pero la idea es inalterable. Aún en la adversidad, el equipo no pierde su esencia. La misma que lo llevó a la punta en la tabla de posiciones.
A pesar de tener más el balón y hacerlo circular con criterio, La Topadora no tuvo el poder de fuego de otras tardes y dio ventajas por el flanco derecho, careció de variantes para desequilibrar, al verse cortados sus circuitos generadores. En la más clara, Gnocchi de tiro libre conmovió a Peranic, que apenas pudo desviar por encima del travesaño.
Con el transcurrir del partido fue cobrando trascendencia el paupérrimo arbitraje de Sebastián Bresba. Adoptando una postura soberbia frente a los jugadores, no tuvo criterio lógico para discernir la gravedad de las infracciones. Así fue penado con amarilla un simple pedido de explicaciones de Ernesto Banegas, y pasado por alto un terrible puñetazo al comienzo del partido de Dávila sobre Varela (salió del campo con sangre en la cara), que debió ser sancionado con penal y expulsión al ser dentro del área. La sensación de inseguridad que dejó el árbitro fue manifiesta, en un partido que aparecía sin complicaciones. Capítulo aparte merece la insólita expulsión sobre el final del primer tiempo de Figueroa, a instancias del primer línea Leandro Vieta, aparentemente por haberle manifestado “sos un desastre”, luego de sancionar con córner una pelota que era saque de arco. Después del partido, en vestuarios, el árbitro Bresba (fiel a su estilo autoritario) negó todo tipo de explicaciones acerca de las razones de su decisión.
La desorientación fue capitalizada por Urquiza, que en la jugada siguiente, aprovechó para marcar Randulfe de cabeza el segundo.
El panorama para Liniers en el complemento no era el mejor. Dos goles abajo y un hombre menos. Pero aquí tal vez se vio lo más noble del equipo, que con decisión y coraje no cesó en ir hacia adelante, a despecho de desprotegerse atrás. Tuvo muchos inconvenientes, y chocó con un Urquiza cerrado atrás, que prefirió especular con un resultado, en una actitud mezquina, a la que un gol en contra hubiese dejado al desnudo.
Indudablemente La Topadora no pudo superar ausencias notorias como Ledesma y Brunetti, entre otros, que estaban obligadamente en la tribuna. Tuvo en Palmerola al jugador más influyente en ofensiva, mientras que Stansiola y Gnocchi trataron de sintonizar la misma frecuencia. Todos debiendo sortear la aspereza en la marca que imponía el local, ante la mirada contemplativa de un árbitro que se complicaba solo.
Con todo, Liniers tuvo sus ocasiones para descontar. Primero Farrera, cerca del travesaño y en la jugada estelar del partido, Palmerola dejó a varios rivales por el camino y definió cerca de un palo cuando se aclamaba el gol. Las demás fueron aproximaciones. El local, plantado de contra, sólo alertó en un par de corridas, y Marcos Fernández respondió con acierto.
Urquiza es un equipo sólido, especialmente del medio hacia atrás. Bien parado, no regala nada, a veces juega al límite, y sabe aprovechar sus oportunidades. No luce demasiado a la vista, pero es efectivo. Pareciese hacer lo necesario para ganar, sin derrochar lucimiento. Pero a veces le puede costar caro.
Liniers demostró una vez más su mentalidad de equipo grande. Puede ganar o no. Un planteo eficaz del adversario, errores propios o imponderables como la actuación de un árbitro, pueden dejarlo con las manos vacías. Pero la idea es inalterable. Aún en la adversidad, el equipo no pierde su esencia. La misma que lo llevó a la punta en la tabla de posiciones.
Víctor Marinelli
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