
El local reforzó aún más su indemne línea de cuatro, (con Daniel Muñóz como bastión) sumando gente atrás. Liniers llegaba, pero no con la facilidad del comienzo. Tuvo la pelota, pero siempre falló en la precisión y la puntada final. El partido se jugó en terreno de Alem, Stansiola malogró dos opciones, en la más clara pisó la pelota frente al arco semivacío, y Nilo Vigna en pared con Brunetti hizo estremecer el arco local, saliendo el balón muy cerca de un poste. El fútbol lo aportaba Liniers, el local buscando llegar de contra, en un partido de tono menor.
Poco cambió el panorama en el complemento. Por largos espacios Liniers no pudo generar opciones, hasta que con los cambios tuvo mayor agresividad. Le faltó volumen de juego. Alem apostó al pelotazo hacia Cordone o Rodríguez, haciéndose más compacto del medio hacia atrás. Promediando el complemento La Topadora contó con varias y muy claras opciones. Ismael Rodríguez solo ante el arco desguarnecido pifió el zurdazo; Portillo, también increíblemente dentro del área chica levantó el tiro final; Brunetti, mano a mano con Santillán elevó el disparo decisivo. Opciones netas de gol, dilapidadas increíblemente, que demostraban (sin alcanzar un asedio constante) una supremacía de potencial, aunque sin llegar al lucimiento de otras tardes. Las jugadas llegaban por propio peso del dominio constante. Pero fueron una a una malogradas. El local dignamente no abusó de la infracción como recurso, y se las ingenió para ir sobrellevando el trámite, aportando lucha y temperamento. Prácticamente no tuvo llegadas al arco de Marcos Fernández. Cuando más pugnaba Liniers por el empate, llegó el golpe de gracia: contragolpe encabezado por Lucas Rodríguez, cesión a Dundo, que había ingresado instantes antes, y soberbia definición del ex Tigre eludiendo al arquero celeste.
Leandro N. Alem fue muy eficaz, aprovechó al máximo sus chances. Liniers, en cambio, despilfarró las muchas que tuvo. Igualmente, sin alcanzar el nivel conocido, acumuló los méritos suficientes como para no irse con las manos vacías. Alem resistió y festejó, Liniers penó por todo lo que desaprovechó.
Víctor Marinelli
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