Para muchos, Liniers es el equipo que le cambió el color a la esperanza para ponerle el de su propia camiseta. O el de su indómita pasión por obtener cosas de inmenso valor que, de sólo mencionarlas ahora, resultarían al menos apresuradas. Por no decir desmedidas. Pero si insistimos al decir que este equipo todavía no alcanzó su techo, es porque realmente es así. Hoy, ante Defensores Unidos volvió a evidenciar la intención de que está para más. Que no llegó a esta categoría a dar una vueltita para ver de que se trata y lentamente emprender su regreso de donde vino. Ni a ser un simple espectador que observa con celos el progreso de los demás, y a sí mismo no se permite ser audaz.
Todo lo contrario. Se atreve a “mojarle” la oreja a equipos de mayor envergadura. Muchos de ellos con dilatada trayectoria en categorías superiores. Y eso, es de una enorme valía. Porque, se sabe, en fútbol es mucho más fácil imitar a los amarretes que a los aventureros. Sin embargo, Liniers se refleja en estos últimos. Y su gente lo disfruta. En un fútbol cada vez más “globalizado”, en el que se ha ido sacrificando la fiesta con el cuento de que cuanto menos fiesta otorgue, el fútbol más eficaz será, el “Celeste” demuestra semana a semana que el resultado de esa traición no es la eficacia.
Pero vayamos al partido. Hoy en Villegas se presentó un adversario de jerarquía. Un plantel que cuenta con jugadores de muy buen pie. También con algunos de experiencia. De todos modos el fútbol es una verdad de noventa minutos. Y en ese sentido los dirigidos por Osvaldo Ruggero fueron quienes le dieron la primera emoción cuando a los 29 minutos un impecable derechazo de Nilo Vigna fue rechazado por Adrián Giamperetti y, en el rebote, Luis Stansiola estuvo a punto de convertir con un recio disparo de zurda que se fue por encima del travesaño. A los 37, una gran combinación entre Román Gnocchi y Juan Brunetti finalizó con un exigido remate del mediocampista oriundo de General Belgrano que el arquero visitante pudo tapar en gran reacción. Los de Zárate, en tanto, evidenciaron en esta etapa una nula agresividad ofensiva. Apenas pudieron ensayar algunos remates de media distancia a través de Leonel Martens y Víctor Malchiodi. Para colmo, cuando se cumplía el último minuto de la etapa inicial, padecieron la conquista de Hugo Palmerola: la aproximación hacia la valla defendida por Giamperetti se gestó con un zurdazo de Vigna que pegó en el travesaño. En el rebote Brunetti se la cedió a Palmerola y el tremendo goleador del campeonato pasado se reencontró con el gol. 1 a 0 y al descanso.
Todo lo contrario. Se atreve a “mojarle” la oreja a equipos de mayor envergadura. Muchos de ellos con dilatada trayectoria en categorías superiores. Y eso, es de una enorme valía. Porque, se sabe, en fútbol es mucho más fácil imitar a los amarretes que a los aventureros. Sin embargo, Liniers se refleja en estos últimos. Y su gente lo disfruta. En un fútbol cada vez más “globalizado”, en el que se ha ido sacrificando la fiesta con el cuento de que cuanto menos fiesta otorgue, el fútbol más eficaz será, el “Celeste” demuestra semana a semana que el resultado de esa traición no es la eficacia.
Pero vayamos al partido. Hoy en Villegas se presentó un adversario de jerarquía. Un plantel que cuenta con jugadores de muy buen pie. También con algunos de experiencia. De todos modos el fútbol es una verdad de noventa minutos. Y en ese sentido los dirigidos por Osvaldo Ruggero fueron quienes le dieron la primera emoción cuando a los 29 minutos un impecable derechazo de Nilo Vigna fue rechazado por Adrián Giamperetti y, en el rebote, Luis Stansiola estuvo a punto de convertir con un recio disparo de zurda que se fue por encima del travesaño. A los 37, una gran combinación entre Román Gnocchi y Juan Brunetti finalizó con un exigido remate del mediocampista oriundo de General Belgrano que el arquero visitante pudo tapar en gran reacción. Los de Zárate, en tanto, evidenciaron en esta etapa una nula agresividad ofensiva. Apenas pudieron ensayar algunos remates de media distancia a través de Leonel Martens y Víctor Malchiodi. Para colmo, cuando se cumplía el último minuto de la etapa inicial, padecieron la conquista de Hugo Palmerola: la aproximación hacia la valla defendida por Giamperetti se gestó con un zurdazo de Vigna que pegó en el travesaño. En el rebote Brunetti se la cedió a Palmerola y el tremendo goleador del campeonato pasado se reencontró con el gol. 1 a 0 y al descanso.
En la parte complementaria el partido tuvo un vuelco que favoreció a la visita. Lució más compacto que en los primeros cuarenta y cinco minutos y además alcanzó el empate rápidamente: se jugaban 7 minutos cuando Santiago Davio habilitó a Juan Semería, éste ingresó al área a puro amague y colocó un preciso centro para la entrada de Leonel Martens que batió a Marcos Fernández con un buen cabezazo de pique al suelo. Aunque Liniers no se desesperó, la visita se mostró con una encomiable actitud. Creyendo que podían llevarse a Zárate algo más que un punto. Tanto es así, que mandaron a la cancha a Ismael Gómez para tratar de lograrlo. Los volantes del elenco que orienta Marcos Barlatay, llevados en casi todo el espacio de campo por la generosa gestión de Martens, aprovecharon para insistir un poco más. Y sobre los 31, Darío Lema e Ismael Gómez, en la misma jugada contaron con la inmejorable oportunidad de desnivelar. Pero, primero Darío Ledesma y luego Miguel Farrera salvaron providencialmente lo que hubiese sido un gol fundamental para liquidar el pleito. “La Topadora” trató de reaccionar con un fuerte derechazo del ingresado Alejandro Varela que salió aproximadamente a dos metros de uno de los palos. Pero enseguida, Defensores Unidos respondió con una bárbara maniobra personal de “Chucky” Gómez. El habilidoso mediocampista remató de zurda y agigantó la figura de Marcos Fernández que tapó excelentemente el disparo. Fue la atajada del encuentro. Transcurrían 38 minutos de un cotejo cargado de emotividad, con algunas jugadas de gol y maniobras vistosas. Y se definió dos minutos más tarde, a favor de quien tuvo un funcionamiento más correcto en el balance de los noventa minutos: centro de Daniel Casais para Ernesto Banegas que, algo incómodo, se las arregló para rematar de zurda. El balón rebotó en un defensor y, muy atento, el “Gallego” Alejandro Varela conectó con su pierna derecha el último gol de la tarde. Su primer grito (en partidos oficiales) con la camiseta de Liniers. Alegría en Villegas. El entrenador visitante hizo ingresar a otro hombre en ofensiva para no irse con las manos vacías. Pero ya quedaba poco tiempo. Liniers consiguió otro triunfo que lo mantiene en la cima del campeonato. Ahora en soledad. Silenciosamente, sin hacer demasiado ruido, Liniers se abocó a la tarea de pintar una esperanza. O de teñir de celeste a toda una ilusión. Y aunque el fútbol sea una síntesis de noventa minutos, es también una esperanza de todos los días. Liniers hace pensar así y en una de esas tiene razón.
Héctor Quatrida
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